Hay personas, circunstancias, decisiones y lugares que marcan tu vida. Pero también hay canciones, películas y series que se encargan de transformarla. Recuerdo cuando descubrí a Don Draper, no olvido lo que pensé al ver aquel primer capítulo “El humo ciega tus ojos”. Tal vez sea porque es el episodio al que acudo cuando no encuentro nada que me llene en la ficción actual. Será por eso que no se borra la sensación que tuve al ver aquel plano final.
Me enganché a Mad Men como nos enganchamos todos, poco a poco. Esperando cada nuevo capítulo con incertidumbre y nervios. Pronto aprendimos que no era una serie cualquiera. Que no estaba compuesta de momentos idílicos, que los guionistas no tendrían en cuenta nuestros sentimientos. Aprendimos que Mad Men no era para todos los públicos.
Las series han cambiado y evolucionado mucho durante los últimos años. Los que empezamos a vivir esa época dorada y disfrutamos de su esplendor, sabemos que hoy todo se acaba.
El final de una era pero el principio de otras muchas. Mad Men nos dio mucho más de lo que nos vaya a dar cualquier otra serie. Porque nos dio realismo. Nos obligó a mirar en el espejo y ver los defectos. A aceptar los errores y seguir adelante. Nos enseñó que la vida es dura y eso nadie puede cambiarlo.
Llevo un rato tratando de definir a Don Draper y no me salen las palabras. Tal vez será que el único capaz de escribir su descripción es el propio Draper. Nos enseñaron que la publicidad estaba destinada a vender, a convencer, manipular incluso a engañar. Los anuncios los creaban personas que buscaban influir en nuestras mentes.
Nadie, antes de que llegara Matthew Weiner nos había contado la verdad. La publicidad tiene un poder que muchas veces se nos escapa. Y como siempre pasa con la fuerza, existe un lado oscuro. La dificultad está en entender que de lo que realmente se compone la publicidad, es de sueños.
Todos sufrimos, lloramos, perdemos y ganamos mil veces al día. Infinitas a lo largo de la vida. Y esperamos que la felicidad de repente llegue un día y nos salve de la oscuridad. La culpa no la tienen los publicistas, la culpa la tenemos nosotros por soñar toda la vida con la felicidad embotellada.
Gracias Mad Men por ser honesta. Por estar a la altura y por dejarnos crecer contigo. Por esas noches infinitas de “un capítulo más y nos vamos a dormir” que me hiciste disfrutar. Por esos momentos que se volvieron infinitos. Por darme una lección que nunca debía olvidar. Si lo que buscas tiene precio, simplemente cómpralo. Si no lo tiene, tendrás que seguir esforzándote. Hasta siempre Don.
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