Perderlo todo no es lo peor. Lo más trágico es tenerlo. Alcanzar el paraíso, descubrir que es real, habitarlo, desearlo y temer perderlo cada noche.
En la ansiedad solo habita la anticipación de la pérdida. La certeza de lo que saldrá mal. El dolor preventivo, los escenarios catastróficos.
Las voces que boicotean día a día la felicidad, que llenan de angustia los momentos de calma. Las que solo quieren ver el mundo arder y no paran hasta que estalla.
Y un día lo consiguen, suspiran aliviadas y, por fin, se callan. Porque ya no hay que temer lo peor, lo peor ya ha pasado.
Desconectar es cada vez más complicado en un mundo que va más rápido cada vez. Y, como decían en Astérix, el cielo se caerá sobre nosotros. Pasará y me pillará actualizando el feed para ver vidas que no me importan, ideales de belleza que no alcanzo, recetas que me hacen odiarme más y más. Mientras mi vida, la de verdad, se me está escapando. Otras 24h desperdiciadas. Y ese libro sin leer, no has pisado la piscina, el folio sigue en blanco, pero tu sigue ahí…habitando la nada, observando el abismo. Nada cambiará así, ahí no puedes quedarte.
Y un día entras en una sala de cine y debes apagar el móvil y te empiezan a temblar las manos, no puedes concentrarte ¿qué estará haciendo esa persona random que ni conozco?, ¿habré ganado ese sorteo? Y la película sigue, pero no estás, te has ido. Al día siguiente repites porque es lo malo de un festival, hay demasiadas películas pendientes, otra vez la oscuridad, el silencio, la soledad compartida, las historias que te rescatan y te empiezas a dar cuenta que algo no va bien.
Adicción no es la palabra correcta es la primera que viene a la mente.
Uno se enganchaba a cosas más divertidas, alcohol, sexo, drogas y personas tóxicas. Enganches para no mirar dentro para evitar el destino.
Era Renton quien volvió a trainspotting para recordarnos que las drogas que anularían a esta generación viajaban en nuestro bolsillo.
Pero ¿cómo voy a tener un problema por mirar demasiado el móvil? Lo hacemos todos. A lo mejor el problema es tuyo que nos ignoras, que me dejas en visto.
Y al salir del cine, antes de tener tiempo de encender el móvil lo ves ahí, esperando. Sin necesidad de haber estado todo el día hablando acude fiel a una cita en el mundo real. Ese en el que tú te estás diluyendo, construyendo una identidad digital que te sustituye y mejora la propia.
Un segundo te dice, se vuelve y te acerca un vaso de horchata y te aferras a su mano, su sonrisa y su calma.
Querrías quedarte ahí…pero tienes que inmortalizar ese momento porque todo el mundo sabe que, si no, no habrá existido.