Acabo de leer un artículo en LinkedIn que explica por qué Steve Jobs vestía de negro.
“Fatiga por toma de decisión”
Tomamos tantas decisiones intrascendentes cada día que el cerebro, poco a poco, se va agotando. Hay una escena de Fleabag que siempre me rompe el corazón, cuando en el confesionario revela su más oscuro deseo: deseo que alguien me diga cada día qué hacer, de qué reírme, para qué espectáculo comprar entradas, qué ropa vestir, qué comer, cómo vivir. Por qué yo no tengo ni puta idea de cómo hacerlo.
Las etiquetas…resuena en mi cabeza la voz de mi loquero regañandome “ya estás, como siempre, intentando encajar” sé que es absurdo y que me agota intentarlo pero ser yo misma resulta extenuante. A un nivel que creo que nadie comprende porque la gente vive feliz con sus máscaras y yo no puedo sostenerla.
“Creo que mi máscara de salud mental está a punto de desmoronarse.” American Psycho (2000)
Tuve mi época punk y vestía de negro siempre, hasta que empecé a juntarme con punkis y me di cuenta que ahí tampoco encajaba. Mi alma es punk, antisistema y se vende cada mañana al sistema. Así un día y otro y otro. En un etorno retorno que me convierte en un Bartleby que crea humo que se difumina. Y veo que a mi alrededor que todo el mundo hace lo mismo y no les pesa. Y yo también querría no pensar. No cuestionar por qué debería ser así mi camino, porque no puedo ser libre.
El otro día una de mis mejores amigas me dijo que mi idea de libertad es tan intensa, la tengo tan grabada como una verdad absoluta, que me ata. Es cierto. No soporto aceptar que no soy libre, que ninguno lo somos en realidad.
Decía Tote “Haga lo que haga nunca voy a ser normal y que mal me sale cuando lo intento” pues bien…pensé que había aprendido y sigo pretendiendo que soy como el resto. Que no quiero pensar, crear, soñar, que no quiero quedarme sola en el patio mientras el resto juegan. Que me importa lo que opinen, que sus opiniones me definen. Que no veo la tristeza en los ojos de mi madre cuando viene a recogerme y siempre estoy sola.
No quiero encajar, estoy cansada de intentarlo. Otra de mis mejores amigas me dijo que lo que nos une a todos sus amigos es la ansiedad. Me pareció precioso.
Tengo fatiga por decisión, tengo angustia existencial, miedo al vacío, a la soledad, a ser de verdad tan diferente que nadie logrará nunca entenderme. Tengo miedo constantemente a vivir.
Cuando toco fondo siempre resuenan en mi cabeza las palabras de mi loquero “¿De verdad te crees que en todo el mundo, entre millones de habitantes, eres la única que se siente así?” me gustaría creer que tiene razón. Que alguien llegará a conocer la oscuridad de mi alma y entenderá que es lo que me permite valorar la luz.
Echo de menos la poesía, echo de menos a Miki Naranja, echo de menos sus cotidianas, su negativismo positivo. Esa manera de saber que la vida es una puta mierda y, aún así, ser capaz de convertirla en poesía. En belleza.
“En este estado de tristeza, mi creatividad se dispara» Rozalén y Tote. Gente Tóxica
A veces me pierdo en el recuerdo de Alejandra Pizarnik “No quiero ir, nada más que hasta el fondo” cuando busco algo de ella siempre me aparecen artículos tratando de explicar por qué decidió irse. Alejandra se fue porque no podía más con la oscuridad que devoraba su alma.
Y yo quiero volver a vestir de negro, raparme la cabeza, convertirme en un ente invisible y dejar de tratar de encajar en un mundo que no entiendo.
“Recuerda siempre Inside Out: si se pierde tristeza se pierde alegría, porque tiene que ir a buscarla”
Mi loquero y sus cosas…
Ojalá el mundo entendiera la importancia de estar triste y yo pudiera dejar de pretender que no lo estoy.
“Lo peor de tener una enfermedad mental es que las personas esperan que actúes como si no la tuvieras” (Joker 2019)
Hubo un tiempo en el que enterré tan hondo mi tristeza que alegría se perdió en laberintos buscándola y todas las demás emociones tuvieron que ir a rescatarlas. Al final no quedó nada, solo la anhedonia. Y ahí, en la ausencia de todo, reside mi mayor miedo.