“Viajar a tus recuerdos es buscar pelea” así empieza Búnker de ToteKing, un libro que me llegó justo el día antes del confinamiento.
Creo que en total hablo más solo que con gente
Perdiéndome la vida pa’ contársela al de enfrente
En mi cárcel con sus tres comidas
Sin ser un matador ni un Mario Kempes
Y me imagino abandonándolo, inservible
Buscarme un curro físico que sea cierto y tangible
Salir de mi burbuja de líricas enfermas
Currar a lo Lester Burnham
Y en mi descanso, pesas y fumar hierba
Y esta claro que sí sé con certeza
Que la peor de to’s mis compañías siempre ha si’o mi cabeza
La hija puta me da letras que me han pagao’ un palacio
Y sin embargo siento que dentro el tiempo mata despacio
Y no sé si me equivoque de curro
Podría haberme dejado esas orejeras de burro
Seguir el signo, acabar el CAP, buscar un empleo fijo
Y ser una mierda de maestro pa’ el inútil de tu hijo
En mi cárcel con sus tres comidas recorrí los recuerdos de Manuel González Rodríguez, más conocido como ToteKing. El amigo que me acompañó cuando era una adolescente que no encajaba en ningún sitio, pero lo intentaba fuerte porque ser ella misma suponía escuchar rap a solas y escribir frases enfermas y poesías que nadie entendía. Me hice periodista, luego publicista y después profesora. El camino del fracaso para una eterna aspirante a escritora, que nunca escribe. Escuchar Bartleby es pelear con mis recuerdos y mi futuro. Es recordarme paseando por Berlín hablando de filosofía, de postverdad, de mi tesis inacabada.
Hablando de escribir sin sentarme nunca a hacerlo.
Antes de leer Búnker soñaba con recorrer el mundo, pero el mundo se paró y tuve que sentarme a escucharme a mi misma. Desde entonces intento volver a hacerlo a menudo. Aunque hay muchas veces que el ruido externo suena tan, tan fuerte que logra acallar mi voz interior.
Ayer hablé con mi pasado en forma de esa persona que un día creyó quererme y de la que quise enamorarme, pero nunca pudimos. Así que nos separamos y nos fuimos a recorrer el mundo por separado a ver si así conseguíamos ser mejores. Para nunca volver a conformarnos con alguien que nos quisiera a medias, alguien que solo tuviera miedo de enfrentarse a solas al absurdo. Justo antes del confinamiento viajé a Madrid leyendo La historia de una pareja sobre Sartre y Beauvoir y al llegar mi sobrina le eligió una postal rosa de Madrid que nunca le mandé.
El amor…”nos quisimos mucho, pero nos quisimos mal”
En el largo camino que hemos recorrido hasta poder tomarnos un par de vermuts sin hacer drama hay un mucho de autoconocimiento y muy poco de ego, ese que hace unos años nos dominaba por completo. Verme en sus ojos es recordar la anhedonia, el miedo, la soledad, la necesidad de que alguien me entendiera y me ayudara a entenderme. La necesidad imperiosa que sentía por sentir, por escapar de la nada.
«¿Quién puede entender los mil hilos que unen las almas de los hombres y el alcance de sus palabras?“ Carmen Laforet
En ocasiones tengo el don de hacer colapsar a la gente, unas veces lo provoco intencionadamente y otras todo estalla con un comentario o una película que a mi me apasiona y nadie entiende. Compartir Newness hizo estallar nuestro universo inventado. Me contó que volvió a ver aquella película que nos separó para dejar de odiarla tanto. Su propia terapia para pasar página que me ha llevado a enfrentarme a mis cicatrices en formato audiovisual: Loco por ella, la película que me hizo terminar en la consulta del psiquiatra.
No la recordaba, pero sí todo lo desencadenó. Lo que escribí, el miedo a verme en pantalla y no querer que fuera verdad. En mis momentos más oscuros siempre me hace reír el absurdo. Como ver a Kike García haciendo un cameo en esa puta película y descubrir los hilos invisibles que hicieron que fuera precisamente él quien publicara mi relato sobre aquella primera visita al psiquiatra más extraño que he conocido.
El cine nos ayuda, nos salva y acompaña. Nos muestra que no somos únicos, especiales, que podemos encontrar consuelo en historias ya contadas. Me puso muy triste esa película, la entendí como una burla, una banalización de las enfermedades mentales y la odié muchísimo. No quería ver más allá porque me enfada muchísimo la romantización de la locura. Ese “si la quieres no puedes dejarla sola”, “mi mundo se desvanece sin ti”, “por fin he encontrado a la persona perfecta” y sí… estoy loco por ella.
Cuando creces con una mente oscura, tienes al enemigo jugando en casa. Y aprendes que tienes que estar siempre a punto para el combate. Porque la guerra comienza de repente y claro que sabes que saldrás ilesa, llevas toda tu vida en el frente. Pero es mejor no bajar la guardia.
Loco por ella es la puta historia de un gilipollas con ínfulas de Mr Wonderful que conoce a la mujer de sus sueños una noche y se recorre Barcelona, mi puta ciudad, para encontrarla. Con sus “si quieres algo lo suficiente lo conseguirás” La encuentra, claro que lo hace, las personas afortunadas y privilegiadas siempre consiguen lo que quieren. Eso es real. Que le jodan a la meritocracia.
Pero ella no quería que nadie la encontrara. Precisamente por eso se ata a amores fugaces de una noche. Porque si nadie te conoce puedes construir historias perfectas que te conviertan en una manic pixie dream girl, sin despertarse contigo y enfrentarse a la oscuridad que esconde la euforia.
“Tú me dijiste que yo podía y siento que puedo” había olvidado las partes de la película en las que critica precisamente aquello que me hizo colapsar. El creer que hacía apología del esfuerzo personal para conseguir curarte. Las frases de autoayuda baratas que pretenden eclipsar la triste realidad. Clickbait social y humo publicitario.
“La mayoría de gente quiere ayudar a sus seres queridos y piensan que saben hacerlo. Les tenemos que enseñar a que no finjan estar bien para que gente como tú lo esté” esa frase ha tocado profundo. Volver a ver esta película ha dolido menos que la primera vez porque la he entendido. Y supongo que el valor del cine es ese, que si tu absurda película consigue ayudar a una persona, a una sola, merecerá la pena. Supongo que, a su manera, conmigo lo hizo.
Volví de reconciliarme con el pasado y al tomarme las drogas que equilibran mi cordura, pensé en lo poético que resulta que sea precisamente la lírica quien me salve del abismo. Como cuando era adolescente y escribía poemas con ToteKing y Lírico sonando de fondo.
“Me gusta mucho sentirme sola aquí y me apetecía compartirlo contigo”
“Creo que por primera vez has conectado con alguien y no tienes ni idea de que hacer con eso”
“Si te esforzaras un poquito más…yo cuando estoy triste me pongo una peli de risa”
“En la euforia no eres consciente, un día te levantas y la gente te odia porque has sido tú quien ha estallado la bomba”
“¿Sabes que hay enfermedades que te matan? Pues con esta, eres tú quien se quiere morir”
“La próxima vez que vea a alguien triste no voy a pedirle que sonría. Si de verdad quiero ayudarle, voy a hacerle entender que aunque no sea capaz de entender lo que le pasa, estaré allí si me necesita”
He viajado a mi pasado a buscar pelea y la he encontrado. También me he roto al recordar que, a veces, lo que más miedo nos da es justamente lo que más anhelamos.
El viaje del héroe a veces no termina, simplemente, aprendes el propósito que siempre tuvo empezar la odisea hacia el fondo de ti mismo.