Uno de los atractivos que tienen los festivales de cine clásico es que te dan la oportunidad de ver películas que en otra ocasión no podrías. Hace muchos años cuando empezaba a «jugar» a ser periodista, trabajé para distintas webs de cine que por desgracia hoy ni existen. La rapidez de internet hace todo efímero y se nos escapa. Pero gracias a Wayback Machine he logrado recuperar las palabras de una época en la que mi amor por el cine era mi trabajo. Días en los que cuando se apagaban las luces me perdía en un universo mágico.
En esa época, en aquellos tiempos, cubrí varias ediciones de Retroback, el Festival de Cine Clásico de Granada y allí descubrí muchas joyas del séptimo arte en pantalla grande. Es un lujo que todavía hoy agradezco, de hecho forma parte de mis 100 razones para vivir.
Conocido como “cara de piedra”, su arte, su peculiaridad residía en su capacidad para mantener un rostro serio e inexpresivo en los momentos más cómicos. Su infancia transcurrió en el mundo del vodevil, interpretando junto a sus padres distintos espectáculos. De repente un prodigio llamado cine captó la atención del joven Joseph Francis “Buster” Keaton y a partir de ahí comenzó una carrera estelar, que no fue realmente valorada hasta que fue demasiado tarde, cuando el ya se había ido.
En 2013, la edición de este festival hizo un recorrido por la filmografía de este peculiar actor, capaz de transmitir todo un mundo de sensaciones sin mostrar el más mínimo gesto ni pronunciar una sola palabra. Las películas proyectadas fueron El héroe del río, El moderno Sherlock Holmes, Las relaciones con mi mujer, El navegante y La barca. Historias disparatadas, acrobacias divertidas e imposibles (realizadas siempre por el propio Keaton sin la ayuda de especialistas), guiones originales y una interpretación magistral. De la mano de Buster Keaton descubrimos un mundo pasado en el que el cine era la única puerta a la imaginación, los viajes y la libertad. Un lugar donde montar barcos, luchar contra caníbales y pulpos gigantes para terminar siendo salvado de la forma más inverosímil y sin un solo rasguño.
Todas aquellas cintas llenaron las salas de la magia de Keaton, El Rey de los cowboys- Go West, Vecinos, Las tres edades o La ley de la hospitalidad y llegaron a su momento cumbre con la proyección de El maquinista de la General acompañada por la Orquesta Ciudad de Granada, una clausura de lujo para disfrutar de la obra maestra de este genio del cine mudo.
Te encuentras en una sala de teatro a oscuras, viendo una película que se estrenó hace años, ya casi siglos, riéndote con sketchs con los que disfrutaron muchas generaciones anteriores y te das cuenta de que el buen cine nunca muere ni desaparece, simplemente espera su momento escondido en algún cajón, esperando que alguien lo resucite durante el tiempo necesario para hacer disfrutar antes de que aparezca el temido The end.
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