“Llevas años enredada en mis manos, en mi pelo, en mi cabeza. Y no puedo más, no puedo más… Debería estar cansado de tus manos, de tu pelo, de tus rarezas, pero quiero más. Yo quiero más…No puedo vivir sin ti…no hay manera. No puedo estar sin ti, no hay manera…”
No puedo vivir sin ti – Los Ronaldos
Seguro que la conoces y la has cantado millones de veces, tenemos tan normalizado el amor romántico que ni nos paramos a analizar todo aquello que nos hace sentir. Yo tampoco lo hacía, crecí como muchas de nosotras con la idea que Disney nos vendió del príncipe perfecto que un día vendría a salvarnos.
Y lo esperamos mucho tiempo, y con la esperanza de que llegaría, aguantamos de todo en el camino. Porque tal vez este si, es el definitivo. Y porque no puedo sacarlo de mi cabeza y “algo tan hermoso no puede quemar, más que leña al fuego. Si es tan solo amor” así que tiene que ser algo más, más profundo, relevante y especial. El amor tiene que doler hasta hacer sangre y quitarte la respiración. El amor verdadero hace que quieras morir si tienes a esa persona lejos y escribas sonetos cada noche con la esperanza de que el destino te devuelva la oportunidad de disfrutar la vida juntos.
Cuando la ira pasó, porque llegó un día en el que aprendí a controlarla, apareció el apego. Y sentí que mi vida sin el no tendría nunca más sentido. Que todo lo que había sentido antes era mentira, no había sido suficiente. Lo de antes habían sido pruebas para llegar a ese tsunami emocional que arrasaba con todo. Porque si estaba lejos yo no podía respirar, si no sabía lo que hacía me volvía loca y si no me llamaba lo más mínimo se convertía en un drama. Pasamos años complicados por sus adicciones a todo y mi adicción a el. Fue mi peor droga, estaba tan enganchada que ni siquiera pensé que sería malo para mi. Que subir la dosis me iba a terminar matando y acabaría con todo lo que había sido hasta entonces.
Y es que no hay droga más dura… que el amor sin medida. Es que no hay droga más dura que el roce de tu piel. Y es que no hay nada mejor, que tener tu sabor corriendo por mis venas…Nada mejor que el roce de tu piel…
La primera vez que fui al KMC de Málaga lo hice acompañada de una buena amiga que en ese momento era mi alma gemela. Las dos estábamos en el mismo momento, completamente en la mierda por culpa de amores de esos, que te matan lentamente como caladas mortales que te hacen pasar del subidón a la depresión más absoluta.
Porque un día ese “amor” se va, se desvanece y desaparece y tu no sabes que hacer con todo lo que has construido a su alrededor. En todo ese tiempo te has olvidado de ser tu misma, de trabajar en ti, de creer que puedes con todo sin el. ¿Acaso existía mundo más allá de su sonrisa? Nuestros mundos se hundieron el día que ellos se fueron y fuimos allí esperando que alguien nos salvara del drama, entonces aún no sabíamos que el drama éramos nosotras mismas. Recuerdo que una noche hablé con nuestras nuevas amigas kadampa sobre él, su locura, su adicción a todo aquello que pudiera matarlo mientras me desquiciaba a mi y sobre sus estúpidos ojos verdes que desbarataron mi mundo. Me preguntaron a qué era adicto y les dije lo que el siempre decía medio en serio, medio en broma que era politoxicómano porque le gustaba todo lo tóxico que pudiera encontrar. Entonces me dijeron una frase que me marcó: no existe el apego a las drogas, el único apego que existe es el propio apego.
¿Qué es el apego?
La relación entre amor y apego es muy común porque así lo hemos aprendido. El apego es la causa de nuestro sufrimiento, ya que nos causa problemas y preocupaciones, mientras que el amor es, o debería ser, la causa de nuestras alegrías. El budismo cree en el amor, pero no en un amor romántico, obsesivo, que te mate lentamente. El modo budista de amar es una búsqueda del amor puro que es capaz de amar a los demás y desea, de todo corazón sean felices. El apego es una perturbación mental que se puede controlar y, con la práctica, eliminar. Si quieres descubrir el método budista para conseguirlo puedes leer este artículo.
Podría explicarlo de muchas maneras, pero yo solo lo entendí cuando leí Ética promiscua, un libro sobre amor libre, pero sobre todo sobre ser realmente libre para amar, que no es lo mismo. Y desde entonces me enamoré de esta frase de Cortázar que me recuerda a un crush del pasado que siempre me explicó cosas que yo aún no estaba preparada para entender.
“Querer a las personas como se quiere a un gato, con su carácter y su independencia, sin intentar domarlo, sin intentar cambiarlo, dejarlo que se acerque cuando quiera, siendo feliz con su felicidad…”
Julio Cortázar
Ahora eso es para mi el amor, o la idea de lo que me gustaría encontrar algún día. Un amor que no sea capaz de matarte, pero te aporte mucha más felicidad y buenos momentos a la vida que tú previamente has construido. Porque nadie tiene las claves ni las respuestas y da igual que te vayas al fin del mundo a buscarlas. Las preguntas te perseguirán allá donde vayas.
Al hilo de lo dicho, de los gatos, Cortázar, mis amores de juventud, la independencia y la necesidad de que nos quieran tal y como somos…
“Y podría ser que por hoy simules, que te hace bien algo de lo que te doy, que estás contenta con esto que soy. Que no hace falta que te haga ofrendas ni que te saque de una vez las vendas, para que veas que te estoy dando todo lo que viví resguardando”
1 comentario sobre «Del apego al amor libre»