Mientras escribo es viernes 16 de junio de 2023 y acabo de leer en Twitter que hace 29 años que Jesse y Céline se conocieron en un tren. Empezando una historia que marcó de una forma muy profunda mi idea sobre el amor. Feliz Before Sunrise Day…supongo.
Esta trilogía dirigida por Richard Linklater nos lleva a un paseo en el que nos enfrentamos al paso del tiempo. Deberíamos hacer una guía para que las nuevas generaciones sepan que tienen que verlas en etapas concretas de la vida, como no he encontrado ninguna, trataré de hacerla yo misma.
Antes del amanecer te descubre el mundo, la ilusión. Te hace soñar con enamorarte de un desconocido y pasear por Praga. Que te lean la mano y un poeta bohemio te escriba un poema sobre batidos y estrellas. La primera es la esperanza. Hay que verla al inicio, de los 18 a los 25 años.
Esta carta a mi misma va sobre eso que siempre buscamos y pocas veces entendemos. Porque en junio siempre me centro en la persona que más quiero (o debería querer) y le regalo celebraciones, libros, masajes, viajes y aventuras. Para que no olvide (para no olvidar) que soy la persona más importante de mi vida.
Segunda estrella a la derecha…
Hace un año celebraba mi cumpleaños en Canadá con una de mis mejores amigas y mi otra mejor amiga nos llamó y nos contó que se casaba. Faltaba un año…una vida. Mañana es el gran día y me gustaría decirle que ella es y será el gran amor de mi vida. Que lleva desde que nos conocimos intentando entenderme y aceptando mi locura. Que es la persona más pija que conozco y le da igual que yo sea tan punk. Vaya dos muñecas, la Nancy y la Barbie. Es lo que nos gritaron una vez por Calle Nueva y nos reímos porque éramos jóvenes y guapas. Y nunca serás más bella de lo que eres ahora, nunca volveremos a estar aquí. Aquí sentadas en un banco de Calle Larios después de una noche de fiesta. Esperando que se nos pase un poco la borrachera para encarar la subida eterna de Calle Victoria. Mirando alrededor y diciendo “Uy que fea es la gente. De aquí no nos movemos hasta que pase alguien guapo”
Contigo, con vosotras dos, fui tan libre que recordarlo me ata irremediablemente a un pasado que nunca volverá. Hace dos años que nos tatuamos las estrellas de Nunca Jamás. Segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer.
Así que sí, el amor verdadero, el que te anima a crecer, avanzar y ser mejor persona, lo constituyen los amigos. He tardado media vida en saber que quiero lo que mis mejores amigas han encontrado: un compañero de vida. Ellos que se llevaron a mis niñas perdidas de Nunca Jamás y las acompañan en el camino de la vida. A ellos también va dirigida esta carta. Y aunque a veces siento unos celos irrefrenables por sentir que las he perdido, soy feliz cuando veo la suerte de sus vidas.
Oda al amor efímero
Ser antisistema es una mierda y un fracaso. Me agota mi alma punk que nunca se calla y grita fuerte contra todo y todos. Entonces las miro a ellas, le compro una rosa eterna y una botella de su vino favorito a mi alma gemela.
Jesse y Cèline quedan 6 meses después de aquel 16 de junio en la misma estación en la que se despiden. Pero ella nunca regresa (spoiler) y Jesse, que va de cínico pero es un romántico empedernido (buah eske soi yo literal) se queda allí plantado con el corazón roto y decide volcar todo ese amor no vivido en la escritura. Escribe, escribe y escribe hasta componer una oda a sus recuerdos. Jesse cree que escribe para superar el dolor pero realmente lo hace para traerla de vuelta. En una época sin móviles, sin redes sociales, en la que ni siquiera se dan los números de teléfono para no romper la magia del destino.
Y el destino actúa, o decidimos creer que así ha sido. Antes del atardecer. Mi favorita. Jesse está presentando su libro y ella aparece. Está en París ¿qué esperaba? Todos sabemos que ha ido allí para que su novela trajera de vuelta la realidad. Pasean de nuevo “Ya no tan jóvenes, ya no tan ciegos ni testarudos, ya sin razones sino pasiones, ya sin orgullo ni pretensiones” (como escribía Bukowski) y entonces vuelvo a ser Cèline. Inconformista, irreverente, punk y antisistema. Creyendo que el mundo aún puede cambiar con mi esfuerzo y sacrificio. Jesse se vuelve a enamorar de ella y yo también. Paseo junto a ellos y me tomo ese café que ni miramos porque estamos pendientes de su sonrisa y su luz. Creo que perderás ese avión, cariño…
La segunda es la madurez. Habría que verla antes de los 30 o en ese complicado camino que te lleva a los 35.
18 años después de bajarse de aquel tren siguiendo a un desconocido, Cèline está cansada de la vida. Ella, nómada y tan libre, un día decidió dejar de correr. O más bien, las circunstancias la empujaron a pararse. No es la vida que soñó, que soñamos. En ese verano en Grecia (cuna de mis más elevadas tragedias) se da cuenta que odia a Jesse y todo lo que representa. Las pequeñas manías que la enamoraron ahora la desquician, dedicarle su vida al amor le ha arrebatado la independencia y siente que se ahoga. Y Jesse, ese joven romántico y aventurero del que nos enamoramos hace casi 2 décadas, ha crecido.
Del amor ideal y platónico que le ayudó a configurar su novela ha pasado al amor maduro. Y justo Antes del anochecer, ante el mar, la última noche, nos regala una disertación sobre el amor y la vida que duele demasiado. Eres como las niñas, quieres creer en cuentos de hadas y unicornios, pero el amor es esto. Es pelearnos, es no entendernos, es que te vuelvas jodidamente loca y me desequilibres. Es odiarte, odiarnos, salir corriendo y regresar a buscarte porque eres tú.
Porque elegí que fueras tú y somos demasiado mayores y estamos demasiado cansados como para creer que todo fue cosa del destino.
Creo que esta es atemporal, puedes verla en cualquier etapa y volver a ella cuando dejes de creer que el amor puede con todo…
I hate the phrase love conquers all
And I hate that it’s true
‘Cause I want to not hate things when I’m with you
You love so many things
And you have so much fun
It makes me wish my hating days were done
Aunque a veces con amar no es suficiente
Si has llegado hasta aquí te has comido muchos spoilers de la mejor trilogía sobre el amor que existe, sorry not sorry. Esta es una carta a mi misma porque este fin de semana viajo a celebrar el amor y necesito reconciliarme con las bodas.
También necesito hacerlo con lo que supone querer, quererme y por eso en este mes, en mi mes, he repasado mis tres películas de amor favoritas para recordar que, aunque duela, sentir amor (aunque claramente sea del no correspondido) siempre será mejor que volver a aquel estado de anhedonia donde perdí mi esencia. Yo también esperé como Jesse en una estación a esa persona, escribí un libro sobre noches amarillas que ya no viviré y sufrí una odisea en Grecia en la que pensaba solo en una persona antes de irme a dormir.
Hace poco, un día complicado, paseaba por Fnac hablando con una amiga y tenía miedo, mucho, miedo a perder, a decir adiós. Me encontré de repente con esta lámina de Luciabe rebajada.
Y le dije a mi otra Lucía: joder, puta bida tete.
Las fases del duelo
A veces, cuando estoy muy, muy triste, regreso a los poemas de Miki Naranja y me maravillo contemplando como amó la vida a pesar de lo mal que lo trató.
Y regreso a la canción que le escribió Lucía, su Lucía, un año después de su muerte.
“Voy llorando en la cola del Mercadona, nadie se da cuenta y yo me hago la loca. Había un entrecotte de oferta, he pillado hasta cervezas. Como el viernes cuando aún estabas tú. Aún recuerdo lo que dijiste en la cama, en el hospital aquel de luces blancas. Me decías “no te vayas, yo no me quiero perder” te leía porque no podías ver. Cuídame tú…que me has dejado en vela, en esta ciudad, con mis cuatro planetas. Que creamos juntos, cuando había sol, ahora brilla pero faltamos los dos”
Lucía Benavente escribió un libro sobre el proceso de duelo y lo llamó Gracias vida. Lo leí en mi biblioteca favorita y lloré muchísimo.
Recuerdo que pensé “¿cómo será posible vivir después de perder un amor así?, ¿cómo te levantas y sigues como si nada después de decirle adiós a la persona que llenaba tu vida?”
Hace poco me dolía mucho el corazón y escribí justamente sobre eso…sobre perder la nariz y seguir respirando.
Llego a junio tras atravesar una tormenta del alma en la que me sentí triste, sola, hundida y fea. Me compré un vestido negro para la boda porque era pura oscuridad. Nada podía hacerme brillar. Mi mejor amiga me dio permiso aunque noté en su voz que le ponía triste que usara el color asociado a la tristeza, el luto y la depresión (y el divorcio) en el día más feliz de su vida.
Estaba decidida, pero llegué a Málaga con la maleta y justo antes de irme a casa de la futura novia entré en una tienda y le pedí ayuda a la dependienta. Se casa mi mejor amiga y necesito sentirme guapa. Lila, el color de la feminidad y la delicadeza, dos de mis puntos débiles.
Disfruté mucho la boda, alejé el dolor y el drama y decidí volver a creer en los cuentos de hadas. Mi yo de 18 años que está llorando viendo El Diario de Noah con sus dos mejores amigas así lo habría querido.
El día de tu boda
Mientras ella entregaba ramos a mi alrededor a las solteras casaderas (grupo al que evidentemente no pertenezco), su marido me abrazó y me susurró unas palabras llenas de amor y cariño. Sabía que en ese preciso instante se me hacía cachitos el corazón pensando en lo que pudo haber sido. De repente dolía mucho aceptar que durante un instante infinito también yo creí que tendría mi final feliz. Que por fin había encontrado a la persona que sabía que a todos mis amigos les caerías genial.
Se acaba un fin de semana en el que he sentido tanto amor…y he recordado que si mis amigos que han visto mi oscuridad y declive. Que me han visto cerrar bares y andar descalza por la boda. Si son conscientes de mi depresión y me ven liarla en medio de la pista. Si aún así me quieren tanto, con esa verdad. Tal vez sea hora de volver a creer que yo también merezco alguien que me quiera tanto como me quiere mi mejor amiga.
Querer no me cuesta, me aterroriza dejar que me quieran. Tengo pánico a aceptar amor y que después se acabe y yo me sienta más sola todavía. Por eso odio muchísimo a mis mejores amigas, porque quiero cambiar mis sentimientos. Convertir el amor en odio y después en indiferencia para que deje de doler quererlas tanto y tenerlas tan lejos. Y así con todo… dejarme querer, cuidar, abrazar y sostener sigue siendo mi tarea pendiente.
En su libro Lucía cuenta que dejó de sentir, que se quedó escondida en la cama porque la vida dolía muchísimo, que se sintió pequeña y su mamá fue a cuidarla. Y allí, en la oscuridad más absoluta, en aquel invierno del alma, recordó lo que Camus nos enseñó: que habitaba en ella un verano infinito. Se levantó y empezó a VIVIR. A patinar, a surfear las olas y pegarse ostias. Un libro sobre el duelo escrito en amarillo brillante. Para mí la felicidad también es amarilla y escribiendo esto he descubierto que el luto lo veo en rojo sangre. Sinestesias absurdas del alma.
Al igual que ella decidí que era hora de volver a vivir. Corrí, preparé mediasnoches, tranquilicé a mi amiga, recogí ramos y ejercí de dama de honor. Me reuní con mis compañeros de noches de juventud y desfase y descubrimos que hace 18 años que teníamos 18 años. Y pensándolo bien, la única diferencia significativa es que ya no puedo perrear hasta el suelo porque me duelen las rodillas y los riñones.
Y antes de poner el punto final recuerdo las palabras de la señora del tarot a la que finalmente llamé para aportar algo de magia a mi gris realidad y para que me dijera que todo iba a salir bien y el amor volvería a mi de alguna manera. Me tocó una vidente realista que no me dejó aferrarme a una ilusión “Te ha tocado aprender una difícil lección: dejar ir, decir adiós” también me explicó (o me recordó) que, al final, lo que nos llevamos son los momentos que hemos vivido. Reído, disfrutado, amado, sentido.
Aceptación, la última de las fases del duelo…
Feliz Before Sunrise Day, mi niña perdida.