La vida solo es maravillosa y de color de rosa si eres una taza de Mr Wonderful o lo que muestra tu Instagram se vuelve mágicamente real y no simple postureo. Para el resto de los humanos, la vida es un tránsito complicado lleno de baches, caídas y sueños incumplidos. Es así, y lo siento si esperabas un relato edulcorado con toques de color de rosa. Mientras escribo esto tengo puesto de fondo una peli navideña de Netflix: “Let it snow”,acaba de empezar y dudo mucho que tenga suficiente interés como para dedicarle más líneas que esta. Y lo hago únicamente para poner en antecedentes la serie de la que voy a hablar: “The End of The Fucking World”.
Esta serie de televisión británica está marcada por una historia dramática y oscura con tintes de comedia basada en la novela gráfica de Charles S. Forsman. Está protagonizada por Alex Lawther y Jessica Barden y puedes verla en Netflix. La historia que cuenta no está hecha para almas cándidas que buscan historias de amor románticas con final feliz. Porque este cuento dramático es mucho más que eso.
El nihilismo te lleva por caminos complicados que implican criticar todo lo que te rodea y no encontrar apenas satisfacciones. A veces es complicado no ser capaz de vivir la vida con la ilusión de aquellos que creen que “Cuando deseas algo con todas tus fuerzas, el universo entero conspira para que lo consigas” …
Hace poco leí una reflexión sobre la obra de Albert Camus con motivo del aniversario de su nacimiento. Camus hablaba del absurdo de la vida, de la existencia, una corriente filosófica en torno a la idea de que hagas lo que hagas, no servirá de nada. Frente a esta inexistencia el autor planteaba tres soluciones: el suicidio, la religión o la simple aceptación del absurdo. Una teoría a simple vista muy negativa pero que esconde un pensamiento que pocos logran entender. Siempre he pensado que las personas negativas (existencialistas, realistas) somos, en el fondo, las más positivas. Ya que, siendo conscientes de la fatalidad y el absurdo que nos rodea, elegimos vivir y disfrutar la vida.
The End of The Fucking World parte de esta premisa, James, un chico extraño, introvertido y que piensa que puede ser un psicópata decide buscar una víctima para llevar a cabo sus deseos de matar. El personaje encarna a un auténtico bicho raro y no de esos a los que Netflix nos tiene acostumbrados que resultan hasta entrañables. James es pura oscuridad.
Y en su camino hacia universos aún más oscuros, se encuentra con Alyssa, una chica con tendencias suicidas que no encuentra ningún motivo para vivir. A partir de aquí se desarrolla una de las tramas más trágicas y bonitas que te puedas imaginar. Eso sí, para apreciarla debes dejar atrás todo lo que Disney te enseñó sobre las historias de amor.
En la primera temporada vemos como James y Alissa rompen con todo lo establecido y deciden huir juntos. En el camino, James ve como sus ansias de matar van desapareciendo y son sustituidas por un sentimiento que el ni sabía que podía sentir. A mi me recuerdan mucho a los protagonistas de “Asesinos natos” en versión juvenil. Dos almas rotas que se autodestruyen mutuamente a la vez que se salvan del abismo.
La primera temporada te deja una sensación triste, oscura y piensas que el mundo no es justo, y es que realmente no lo es. La segunda temporada aporta algo más de luz pero con un trasfondo triste y taciturno. Al margen de lo que viven, me parece mucho más complicado ese camino que transitan los personajes desde la adolescencia a la madurez. Luchando contra sus propios fantasmas y tratando de adaptarse a un sistema en el que, en el fondo, saben que nunca encajarán.
La historia de James y Alissa es la de muchos jóvenes con un alma punk antisistema que no saben como manejar ni controlar. La idea que tienes del amor condiciona la forma en la que ves el mundo o al revés, quien sabe. La cuestión que nos enseña esta serie es que todos buscamos alguien que nos acompañe en este complicado camino que es vivir.
Como decía Camus, ante ese absurdo existen tres opciones, y en torno a ellas gira la trama de esta serie ¿merece la pena pasar por tantos sufrimientos? ¿logrará alguna religión o creencia salvarme del abismo? O simplemente tendremos que sentarnos, cogernos de la mano y dar las gracias por haber encontrado a alguien igual de perdido que nosotros que, al menos, nos ayude a enfrentar cada día el absurdo de seguir viviendo.
“Es extraño, cuando una persona te importa y no la has visto en mucho tiempo, en cuanto lo haces, respiras mejor”