Siempre quise vivir una historia de esas que se cuentan en los libros o digna de ser plasmada en forma de novela gráfica con toques góticos y dramáticos. Y el karma me ha castigado… Vivimos tiempos convulsos. Momentos que hace tres meses parecían totalmente imposibles y sin embargo, aquí estamos, encerrados en casa, saliendo en horarios previamente establecidos, organizando nuestras vidas en torno a unas fases que deciden los que mandan ¿os suena? A mi mucho, y es que he leído demasiado como para que ahora mi imaginación no se venga arriba.
El otro día hablaba de toda esta situación con mi loquero (porque yo ya iba al psicólogo antesque estuviera de moda) que es el fan número 1 de las historias de ciencia ficción. Yo soy más de novelas porque la ciencia ficción me deprime, los futuros distópicos dan miedo, nos preparan para situaciones límite. En cambio, las novelas tratan sobre la vida, sobre lo efímero de la existencia y la necesidad imperiosa de atrapar el momento presente.
Aun así, él siempre intenta (con más o menos éxito) que lea sus distopías favoritas sobre universos posibles para abrir mi mente a realidades alternativas. Empezamos comentando lo aburrido que resulta este fin del mundo que nos ha tocado, sin zombis, ovnis ni drogas alucinógenas. Una cosa llevó a la otra y llegamos a uno de los libros que más ansiedad me ha provocado en los últimos tiempos: Un mundo feliz.
Mi teoría se basó en que seríamos mucho más felices en un universo como el que inventó Huxley que en este que nos ha tocado vivir. Y de este desvarío de un día cualquiera surge esta selección de historias para que os acompañen en tiempos de confinamiento y pandemia.
Distopías punk y antisistema
V de Vendetta, Alan Moore y David Lloyd, 1980
Me he pasado años diciendo que era mi película favorita, en los buenos tiempos, cuando era joven, creía en el bien y la justicia…y aún comía ultraprocesados y bebía refrescos. Cada 5 de noviembre montaba una fiesta no realfood con mi hermano y volvíamos a creer en el poder de los ideales.
Luego me hice mayor, abandoné el activismo activo y fue cayendo en el olvido.
Pero el cómic de Alan Moore sigue siendo difícilmente superable. Me gusta la historia que se narra en el libro porque es mucho más dura, no se trata de una joven ingenua, es una niña perdida y sola a un paso del abismo. La película se volvió mucho más políticamente correcta y, aunque no lo creáis, su mensaje no es tan antisistema como el del cómic.
“V de Vendetta, es para las personas que no apagan las noticias”
David Lloyd
V de Vendetta es la historia de una sociedad que tuvo miedo, llegó un virus de fuera y nadie supo cómo combatirlo, hasta que encontraron la ansiada vacuna y, con ella, llegaron aquellos que decían tener todas las respuestas. Y la sociedad eligió creerlos, cualquier cosa mejor que el dolor, la muerte, la pérdida, la incertidumbre del mañana.
Pero, esa historia que cuenta, el mundo ya la ha vivido.
En sus páginas se retrata el auge del fascismo que siempre está ahí, esperando su oportunidad para resurgir en tiempos convulsos y atrapar a los ciudadanos que tienen miedo, tanto miedo, que aceptarán cualquier cosa en pro de la tranquilidad. Siempre se ha considerado una apología del anarquismo. Para mí el arte no tiene ideología así que, cuando lo leo, recuerdo la importancia de conservar tu pensamiento crítico, tu integridad y, sobre todo, tu libertad, independientemente de lo que creas.
«El pueblo no debería temer a sus gobernantes, los gobernantes deberían temer al pueblo»
V de Vendetta
1984, George Orvell, 1947
Hace muchos años que la leí y, aunque lo he intentado varias veces, no me veo capaz de volver a visitar el universo que Orvell creó como crítica al totalitarismo. Una sociedad distópica, un pueblo oprimido y un gobierno que no duda en usar todas las técnicas a su alcance (incluso espiar los pensamientos) con tal de garantizar el orden. Un libro que se escribió en la década de los 50, para recordar que el mundo ya había pasado por grandes dictaduras, de uno y otro lado.
Orvell quiso retratar cómo afecta a la persona que un gobierno reprima su ser en todos los aspectos de la existencia, entre ellos, la sexualidad. Un grito doloroso sobre la importancia de conservar la libertad.
Un mundo feliz, Aldous Huxley, 1932
Leí este libro cuando todavía resurgía en mi la impronta dejada por Ética promiscua y su canto a la libertad sexual del individuo. Entonces me enfrenté a esta historia de un universo en el que la promiscuidad no solo está bien vista, es una imposición.
Se pueden destacar muchos puntos controvertidos de la obra de Huxley y, como todas las novelas, a cada uno le afectará de una manera. A mi me chocó cómo se trata el aspecto de la libertad sexual. ¿Seguimos siendo libres para elegir cuando nuestras opciones (aunque sean infinitas) han sido impuestas por otros?
Lo bueno del universo de Huxley es que su distopía tiene drogas que te hacen ser feliz. Stop a los problemas, diversión, sexo y la posibilidad de viajar a cualquier lugar que quieras ¿qué más se puede pedir? Esa es la reflexión a la que se enfrenta el protagonista, una oveja negra en un rebaño de ovejas felices, cuyo acto revolucionario consiste en querer sentir. La importancia, la imperiosa necesidad del individualismo frente al rebaño. Así de sencillo.
-¿Es que tú no deseas ser libre, Lenina?
-No sé qué quieres decir. Yo soy libre. Libre de divertirme cuanto quiera. Hoy día todo el mundo es feliz.
-Bernard rio. -Sí, «hoy día todo el mundo es feliz». Eso es lo que ya les decimos a los niños a los cinco años. Pero ¿no te gustaría tener la libertad de ser feliz… de otra manera? A tu modo, por ejemplo; no a la manera de todos
Farenheit 451, Ray Bradbury, 1953
¿Te imaginas un mundo sin libros? A mi me daría un parraque (adoro este palabro de señoras). Pues de eso va este libro y también la película en la que se basó que tiene unos efectos especiales tan cutres, originales y una visión tan futurista que se convierte en una auténtica obra de arte. Un universo en el que los libros están prohibidos y se consideran un objeto desfasado y absurdo que no aporta nada.
Una legión de “bomberos” (así se llaman) acuden a la llamada de los buenos ciudadanos que denuncian a aquellos revolucionarios que ocultan estos objetos malditos en sus casas. Y así, queman cientos de libros cada día para evitar que corrompan las apacibles mentes de sus ciudadanos.
Este libro me trae la imagen de mi primer viaje a Berlín y la última mañana que pasé allí.
Me levanté muy temprano porque cuando viajo odio dormir y perder tiempo de ver el mundo que se me escapa. Hacía un día horrible, lluvia y niebla mezclado con la humedad y el calor más insoportables. Pero tenía que ir a un sitio. Cogí el metro y llegué a mi destino, el día de antes había estado justo al lado paseando y no me di cuenta porque no lo tenía apuntado en mi planning.
Miré al suelo y vi esto…
“Eso sólo fue un preludio, ahí en donde se queman libros, se terminan quemando también personas”
Heinrich Heine
Bebelplatz fue el lugar en el que se llevó a cabo la quema de libros el 10 de mayo de 1933 por los miembros de las Juventudes Hitlerianas. Los nazis quemaron alrededor de 40.000 libros de filósofos, científicos, poetas y escritores de toda índole que pasaron a integrar las “listas negras”. Quemaron la historia, eliminaron la oportunidad de viajar a otros mundos que nos dan los libros, redujeron a cenizas la posibilidad de ser libres.
Cuando leí por primera vez esa historia me estremeció el poder que tiene la censura. Los libros, la literatura, la filosofía (y a veces incluso el periodismo) nos hacen libres, nos recuerdan la esencia del ser humano, nos inspiran para crecer. En estos tiempos en los que hemos perdido de vista el poder de la cultura para que la sociedad avance, he vuelto varias veces a esa plaza. Espero no dejar nunca de estremecerme al leer esa frase que, curiosamente, fue escrita en 1817…mucho antes de que todo pasara.
La naranja mecánica, Anthony Burgess, 1962
Todo el mundo se encuentra a lo largo de su vida con algún pensamiento, en forma de libro, película o corriente filosófica, que le hace colapsar y echa por tierra sus argumentos. A mi me pasó con La naranja mecánica y durante muchos años he defendido que no es una historia para todos los públicos. Me he pensado mucho si recomendarla en este artículo pero no puedo obviar el hecho de que es una de mis películas favoritas y que la novela fue todo un hito que cambió la sociedad de su época.
El dilema moral que presenta esta obra ya lo planteó Dostoievski cientos de años antes ¿puede un criminal arrepentirse y cambiar? En el caso de la obra de Burgess el personaje que encarna este dilema es Alex. No puedo definirlo sin entrar en descripciones que estropearían la propia idea que cada uno debe hacerse al encontrarlo entre las páginas de esta novela punk. Ultraviolencia y redención. Si consiguiéramos que alguien abandonara el mal para volver al redil, al buen camino ¿estaríamos preparados para perdonar sus crímenes?
Lo malo no es Alex, lo malo es lo que provoca, esa visión incómoda sobre la oscuridad que existe en el ser humano. Mi defensa a ultranza de la libertad de expresión entra en conflicto a la hora de recomendar esta historia porque me da miedo lo que la idea de Alex provoca, lo que puede desencadenar… pero supongo que, hoy más que nunca, sigue siendo importante confiar en el sentido común, que tanto nos falta en estos tiempos.
“Lo importante es la elección moral. La maldad tiene que existir junto a la bondad para que pueda darse esa elección moral. La vida se sostiene gracias a la enconada oposición de entidades morales”
La naranja mecánica, Anthony Burgess.
Hasta aquí mi recomendación de distopías para tiempos convulsos. Se me quedan muchas historias en el tintero pero, después de mucho pensarlo, más que mundos imposibles, reflejan realidades muy cercanas y demasiado posibles si optamos por ignorarlas. Os las dejo por si acaso con las anteriores no os basta.
Qué leer cuando la sombra del fascismo se cierne sobre el mundo
Es cuestión de tiempo y conocimiento, todo aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla. Y sobre el peligro de los extremos en tiempos de miedo, dolor e incertidumbre, ya se ha escrito suficiente como para que fuéramos capaces de no repetirlo. Pero parece que no funciona así para todos.
Persépolis, Marjane Satrapi, 2000
La historia autobiográfica de la iraní Marjane Satrapi, en forma de novela gráfica que duele y araña el alma. Desde los ojos de la niña que fue, somos testigos del cambio social y político en Irán que dio paso a una república islámica. Marji es diferente a los demás niños. La han enseñado a pensar, a cuestionar y ser libre y hay sociedades (entonces y ahora) en las que eso supone un pecado imperdonable. Merece la pena pasarlo mal por el regalo de conocerla.
A día de hoy quedan personas (de hecho cada vez se están viniendo más arriba) que niegan que existiera el Holocausto. La mayor tragedia del mundo, la representación de la maldad humana en su máximo esplendor. Por suerte frente al silencio y la mentira, surgen gritos que tratan de evitar que la historia caiga en el olvido.
Es el caso de Maus: Relato de un superviviente. Una novela gráfica en la que el autor cuenta la historia de su padre, un refugiado judio que sobrevivió a un campo de concentración. En Maus los nazis son gatos y los judíos ratones. Me parece una metáfora tan cruel como real, un homenaje crudo y sincero a todas aquellas personas que perdieron su libertad, su identidad, sus vidas, huyendo del fascismo.
No es un cómic para niños pero si yo tuviera uno le obligaría a leerlo. Es fundamental sufrir con esta historia como lo hizo la niña que fui leyendo Cuando Hitler robó el conejo rosa.
Hoy agradezco esas historias que me enseñaron el lado del mundo en el que debía colocarme si los gatos malvados volvían algún día al poder y les daba por negar que eran los mismos que empezaron por quemar los libros…
“Pero yo no quiero la comodidad. Yo quiero a Dios, quiero la poesía, quiero el verdadero riesgo, quiero la libertad, quiero la bondad. Quiero el pecado”
Un mundo feliz, Aldous Huxley.