Pequeña Momo, hacía mucho tiempo que no venía a visitarte. La prisa, ya ves, al final terminó por atraparme a mí también.
“Existe una cosa muy misteriosa, pero muy cotidiana. Todo el mundo participa de ella, todo el mundo la conoce, pero muy pocos se paran a pensar en ella. Casi todos se limitan a tomarla como viene, sin hacer preguntas. Esta cosa es el tiempo”
Momo – Michael Ende
Tal vez recuerdes (a mí me va fallando la memoria) aquellas tardes que pasábamos en el suelo hablando de todo y de nada. Hasta que el día se volvía noche y tocaba improvisar algo para cenar. Estaba ahí, a nuestro alrededor, pero no éramos capaces de verlo. Tal vez porque, al tener demasiado, tuvimos la falsa esperanza de que nunca se agotaría. Hoy te escribo estas líneas desde el ocaso de mi vida. Como un viejo fantasma rodeado de todo aquello que pudo haber sido. Porque sí, me fui, nos fuimos. Y te dejamos sola sentada en ese viejo y derruido anfiteatro en el que tantas tardes alegraste nuestra rutina, convirtiéndola en algo mágico.
Momo, han llovido demasiados inviernos y el mundo te ha olvidado. Incluso yo, que un día te tuve tan cerca, apenas te recordaba cuando decidí abrir el libro que contenía aquellas aventuras que protagonizaron tu infancia y la mía. Pero al empezar a leer, tu imagen cobró vida, y pensé en el tiempo, en su relatividad.
Allí, apareciste un día, entre los escombros de las ruinas del pasado. Nadie supo de donde venías y tú no disipaste el misterio sobre tu origen. Intuimos que, de alguna manera, al aceptar tu silencio, firmábamos un pacto de hermandad, de complicidad y protección. Te quedarías con nosotros. El pasado ya no tendría sentido.
¿Por qué todos queríamos conocer a Momo?, ¿qué tenía aquella niña de especial? Algo que, de tan mundano que nos parecía, nunca nos paramos a valorar: sabías escuchar. ¿Qué significa eso? Cualquiera puede hacerlo si presta un poco de atención al que tiene enfrente ¿verdad? Eso es lo que nos enseñaron, pero la realidad es muy distinta. La mayoría de las personas no escuchan, simplemente esperan el momento oportuno para intervenir y contar su historia, aportar su punto de vista, rellenar el silencio. Momo era una niña especial porque se sentaba y escuchaba. Con sus oídos, sí, pero sobre todo con su alma.
¡Qué sencillo sería todo si fuéramos capaces de mantener esa ilusión que nos llenaba el cuerpo de niños! Aquella que nos sacaba una sonrisa con un simple globo y que nos servía para inventar aventuras con una caja y unos cuantos palos.
Si vieras el mundo ahora…el tiempo vale incluso más que cuando tú fuiste a rescatarlo. La gente trabaja hasta la extenuación para ahorrarlo, porque si consiguen esforzarse lo suficiente ganarán más dinero, llegarán más arriba, triunfarán en la vida y quizás, tan sólo quizás, un buen día se levanten y puedan, por fin, disfrutar de su tiempo con tranquilidad.
Mientras proliferan los coaches con mensajes motivacionales para ayudarte a alcanzar tus sueños, clases de yoga online para relajarte y rutinas exprés de lo que sea: deporte, meditación, ocio. Organiza tu tiempo, aumenta tu productividad. Relájate sí, pero lo suficiente como para poder rendir aún más. Y sobre todo, y lo más importante, no sueltes el móvil.
Ahí dentro, en esas pequeñas invenciones, se han instalado los hombres grises y han expandido sus tentáculos con la creación de unas redes que nos impiden vivir el momento. A cada rato tenemos que mirarlas, ver qué están haciendo los demás. Si viajamos, no debemos olvidar subir fotos a cada momento para que el mundo vea que somos felices. Y ¡ay de ti si se te ocurre comer sin haber hecho foto antes del plato!
Supongo que mi carta te sonará a locura, pensarás que me lo invento y que no es posible que hayamos olvidado todo lo que nos enseñaste. Pero así es. Me gustaría poder llenar esta carta de relatos increíbles sobre las maravillas del mundo moderno para que la leyeras en tu pequeño cobertizo y sonrieras al saber que tus pequeños amigos son felices.
Pero a ti no se te puede mentir, ese era otro de los dones que te hacían única. Así que simplemente me limito a mostrarte el mundo como lo veo. Esta vez será más complicado que nos salves, pero estoy segura que podrás hacerlo. Es importante que los niños que te conocimos volvamos a tu historia a buscar refugio y consuelo, pero también, que desandemos el camino para poder caminar más ligeros.
Por mi parte, he empezado este año a gastar todo mi tiempo en vez de ahorrarlo. A principios de año tuve que hacer las cuentas para los hombres de gris que controlan nuestras finanzas y decidí que éste sería en el que cambiaría todo.
En lugar de la tradicional lista de propósitos, escribí una lista de deseos y otra de personas a las que echaba de menos. Y así, pasito a pasito, comencé mi propia vuelta al mundo. Tal vez me lleve toda la vida conseguirlo (eso espero) pero, como decía esa gran sabia, nuestra amiga, la tortuga Casiopea, “Cuánto más lento, más rápido”
He vuelto a Momo porque quería escribir alguna frase ingeniosa sobre el tiempo y en vez de eso, me he reencontrado con dos niñas, la que protagonizaba la historia y la que la vivió como algo real, tanto como lo era su propia vida. Una de esas niñas ha crecido, y ahora le toca andar hacia atrás, para recordar todo lo que ha olvidado en el camino.