Si este es un día para querer, para demostrar el amor que ocultamos durante el resto del año por vergüenza, orgullo y el que dirán. Si hoy es un día para pintar corazones donde el resto del año plasmamos nubes grises, ansiedad y desconsuelo. Si hoy es el día en el que decidimos ser buenos, si hoy es ese día, déjame que te eche de menos. Que te eche de menos como lo hago cada día, cuando me despierto y recuerdo que ya no estas o cuando en mañanas como las de hoy veo el vídeo que Almodóvar hizo en defensa de Garzón, y siento pena, te extraño y me duele tu recuerdo.
Pesetas y perras gordas, hambre, miedo, bombas. Me gustaba escuchar mil veces la historia de ese pobre hombre, panadero, al que una mañana cualquiera arrancaron de los brazos de su familia, sin preguntas, sin defensa, sin justicia. Supe lo que costó esa guerra que a mi me sonaba lejana, aprendí de vosotras a entender el dolor de esas personas humildes que dejaban su vida, su futuro y su hogar por luchar por su país, por su libertad. Entendí la importancia de escuchar y el valor de comprender que todos esos errores nos trajeron hasta aquí y olvidarlos nos harán volver a caer.
Hoy siento pena abuela, me cuesta querer este país en el que la legalidad y la justicia brillan por su ausencia, en el que los niños crecen sin prestar atención a la voz de la experiencia, olvidamos el dolor y pensamos que mirar atrás solo traerá dolor innecesario y nuevas guerras.
Miro la herida que no cicatriza en mi mano y pienso en ti, pienso en todo, y siento que las heridas no deberían dejar de sangrar nunca, siempre debe quedar un hilillo rojo, una cicatriz o señal que nos recuerde que existió, que dolió tanto que dejó su huella eterna en nuestros cuerpos y marcó nuestro destino.
Cuando la llamada de nuestro oscuro pasado se apague con la última voz del último de nuestros abuelos, condenaremos al silencio la historia de dolor, miedo e injusticia que vivió un país lejano, que al fin y al cabo era y es el nuestro. Patriota no es aquel que besa una bandera, es el que da su vida, su tranquilidad, su poco pan y el futuro de sus hambrientos hijos para luchar por la paz y clamar justicia.
¿Hasta cuando?, ¿hasta cuando habrá que pedir justicia?, ¿hasta cuando tendrán que esperar los familiares para hallar a sus muertos, para tener un lugar donde llorarles y empezar a coser sus heridas?, tal vez el problema sea que todos aquellos que no se encontraban del lado de los vencedores no tienen derecho a que se respeten a sus caídos, al fin y al cabo “no eran tan buenos cristianos”.
Desde la indignación que surge ante la injusticia solo me queda despedirme con las palabras de un gran hombre que también nos robaron, uno más en el frente que narró la guerra desde los ojos de un poeta.
Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.
Miguel Hernández