Siempre he escuchado que lo que más miedo le da a un escritor es enfrentarse a un folio blanco. Nunca lo he entendido. Para mi un folio en blanco implica empezar de cero, sacar un tema nuevo, perderte en otras historias, alcanzar distintas metas. Lo difícil llega después. Continuar una historia dejada a medias puede costarte toda la vida. Como cada vez que te sientas a escribir, te asaltan los recuerdos dolorosos y prefieres parar para continuar otro día.
Ayer vi el episodio de Girls “American bitch” y me quedé fascinada.
A punto estuve de escribirle a Lena Dunham para ver si realmente lo había entendido con toda la crudeza que llevaba implícita. Luego pensé que lo bonito de contar historias es dejar que cada uno saque sus propias conclusiones. Es un episodio 100% recomendable para un escritor. Introducción, nudo y desenlace de una historia tan surrealista como perfecta. Y una frase que me encantó y es difícilmente entendible fuera de contexto “Eso es lo que hacen los periodistas mediocres. Y tu no eres periodista. Tu eres una puta escritora”. Una frase tan directa, ofensiva y fuerte que desequilibra todos los límites marcados.
Ser escritor es ir un paso o varios más allá. Sin importar lo que opine el mundo. Se trata de continuar el maldito folio a medias hasta que no quede espacio para las palabras no dichas.
Ese folio si que asusta. Uno escrito a medias al que aún le falta desarrollo, nudo y desenlace. Palabras que son apenas un boceto de todo lo que quieres decir, del mundo que habita en tu cabeza.
En esos momentos comprendes a los escritores que se volvieron locos o adictos a cualquier veneno que les permitiera evadirse por un rato. Siempre he tenido la certeza de que lo que desesperaba a esos escritores no era comenzar era lo que venía luego. El momento en el que la novedad se convierte en rutina y termina por acallar el entusiasmo del inicio. Por eso me gusta esta frase de Nora Roberts “Cada vez que escucho a un escritor hablar de “inspiración” siento ganas de abofetearle. Escribir es un trabajo. Haz tu trabajo».
Bajo la capa bohemia y trasnochadora, se esconde un ejercicio complicado que implica una dedicación, casi, absoluta. A veces me parece imposible hilvanar los hilos de una historia que está tan meridanamente clara en mi cabeza y cuesta estructurar en simples capítulos.
Supongo que por eso me gustan los lunes y me ponen nerviosa los miércoles. Soy así de antisistema. Prefiero empezar una semana en la que todo es posible a encontrarme con la certidumbre de una semana a medias en la que ya está casi todo escrito.
Así me consuelo en un eterno principio que me mantenga siempre motivada. Aunque se que no es real, que cada día debo enfrentarme a la difícil tarea de obligar a mi mente a centrarse en lo que realmente quiero decir, en aquello que todavía no ha sido escrito.
Desvaríos de media tarde para escapar de la sofocante rutina de escribir una novela que se vuelve totalmente visible justo antes de irme a dormir y se diluye entre mis dedos al llegar la mañana.
Mientras escribo suena: Zona de confort de Lori Meyers