Hay páginas en blanco que cuesta llenar, sentimientos que no encuentran cabida ni en alegrías ni en tristezas. Hay momentos que te absorven y no sabes adonde te llevaran, hay días que amanecen soleados con el gris metido en sus entrañas.
La vida solo es vida, tanto y nada al mismo tiempo, miradas, sonrisas, lágrimas y el recuerdo de alguna tarde en la que se nos escapo en segundos, el tiempo.
Detalles que se me olvidan y palabras que aún conservo, un adiós que no sale y quiere convertirse en un hasta luego.
A veces el futuro se viste de negro oscuro y mirando alrededor, viendo tanto dolor no puedes encender la luz que ilumine esos momentos, que se me antojan eternos.
He visto muchas películas durante toda mi vida, algunas buenas, otras mejores, unas cuantas tan insoportablemente malas que no merecen ni ser recordardas, otras que pasaron sin dejar huella. Pero ahora mismo, mientras escribo para mi y para nadie solo recuerdo una, que vimos no hace mucho cuando aún había tardes de sábado que pasar viendo cualquier cosa que pusieran.
Sara Montiel, vestida de violetera, un argumento algo ñoño y el recuerdo de otro tiempo, de otra época que gracias a mil historias, no me sonaba extraña.
Todo empieza y acaba, y otra vez vuelve a empezar, la cabeza se llena de tonterias y entre las lágrimas sin esperanza se escapa alguna sonrisa, sonrisas que se visten de pasillos eternos a oscuras, de canciones de la tuna y villancicos divertidos.
Principio y final de lo que fue y lo que ha sido, con el The End de la última película se acabaron las historias de miedo, las monedas a cambio de dientes y las fotografías con anécdotas.
Y escribiendo entre niebla, brilla extrañamente fuerte el sol, tal vez sea el destino o simplemente la vida, que incapaz de pararse sigue adelante sin más.
Nunca aprendí a rezar y solo se escribir, y de la única forma que se quería rendirte homenaje, a una vida, a un camino, mil historias.
Querría haberte robado la última sonrisa, o incluso algún reproche, ya fuera por vestuario o por comer más de la cuenta.
Te fuiste antes de que terminara, y no pudimos comentar que al final se reencuentran, a los pies de la Alhambra, entre coplas, peinetas y flores de violeta termina triunfando el amor, los finales felices.
Quisiera tener palabras para explicar lo que no tengo, lo que se escapa entre suspiros y se olvida en el silencio, dejame que hoy te llore, que sepa el mundo que te echo de menos y que sirvan tantas lágrimas para borrar el dolor y el miedo.
Tomo prestadas palabras que aprendí en tu compañía hace ya demasiado tiempo, tal vez sirvan para decir lo que yo ya no puedo.
En esta vida y en las que vengan, no podré olvidar esos momentos y si puedo iluminaré el camino y volveremos a vernos.
Tantos sueños…
Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.
Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
y por la crin lo cogía…
¡Ahora no te escaparás!
Apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló!
Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.
Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?
Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: Todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballo de verdad.
Y cuando vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: ¿Tú eres sueño?
¡Quién sabe si despertó!
Antonio Machado